CAPITULO II
El Hotel
Sofitel Winter Palace, era una delicia mágica en sí misma. Construido en
1886, daba la bienvenida a sus huéspedes con una fachada en color
crema y una decoración moderna, parecía llevar un gigantesco letrero que decía:"Soy
costoso, opulento y te encantará estar aquí", y vaya si era todo eso y
más, pensaba Tary mientras atravesaba el lobby con dirección al ascensor. Era
temporada baja, aunque la ciudad de Luxor al ser
un sitio turístico por excelencia nunca estaba escasa de
publico, mucho menos un hotel como este tan cercano al Templo Luxor. A
su alrededor los hermosos sillones en rojo rubí era un contraste
ingenioso con la cremosidad de las paredes, inmensos jarrones
con coloridas flores reposaban en mesas circulares en mitad del
recinto.
Mientras Tary subía a su habitación dentro del ascensor, el
chico que lo maniobraba dirigía miradas de disimulo y franco disgusto
a su atuendo corriente, sudado y sucio. Mentalmente se encogió de hombros, al
fin y al cabo no era su culpa el endemoniado clima, ni el polvo que impregnaba
en las calles de la ciudad. El mágico sonido del elevador que indicaba la
llegada al piso correspondiente, dio luz verde a Tary para salir de
prisa.
Una vez en su habitación respiro hondo, el aire acondicionado
le dio la bienvenida, tiró la maleta a su izquierda y con
ansiedad se dirigió al lavado. El agua fresca enfrió su rostro y cuello, con
calma abrió el grifo de la bañera y empezó a desvestirse, frente a ella un
ancho espejo le arrojaba la imagen de una mujer con la cara húmeda y
agotada. Su piel casi llora de alegría al sentir el
agua arropando cada centímetro de su cuerpo. Una
hora después y con un poco mas de ánimo, se acercó al balcón.
Este era pequeño pero la vista era preciosa. Ante ella
se extendían los hermosos jardines con sus exóticas flores,
en el centro un inmenso circulo de agua encerraba una bonita fuente, sin
embargo, eran los aromas los verdaderos protagonistas. Tary cerró los ojos y
respiro profundo, a pesar de no saber que clases de flores habían se imaginó
que increible festival de color sería este santuario por las noches. Era una lástima
que no podría disfrutarlo, cerro las cortinas y mientras se ataba la bata de
baño se preparó para dormir.
Alguien golpeaba la puerta. Tary abrió los ojos y miró a su
alrededor, la opaca luz del atardecer se filtraba por las cortinas blancas y la
atmosfera estaba bañada en un suave color naranja. Otro golpe en la puerta. Con
somnolencia se levantó, tomó su reloj y miró, eran las cinco de la tarde. En la
puerta, miró a través de la mirilla, al otro lado estaba una mujer con el
servicio de habitaciones que había pedido al hombre de la recepción a su
llegada. Luego de irse la mujer, devoró la
deliciosa comida y se apresuró a vestirse.
De acuerdo al horario del tour que
llevaba en las manos, debía estar a las seis en punto en el Lobby para partir
al espectáculo de luces que estaba programado en el Templo de Luxor. Miró su
reloj de pulsera, aún le quedaban veinte minutos, por lo que decidió dar un
paseo por el Jardín Real antes de acudir a la cita. Mientras salía a los
exteriores del hotel, pudo ver un balcón que frente a ella desplegaba
ambos lados escalones de piedra, y más allá la fuente, las flores y un
espectacular atardecer que solo una ciudad de Egipto puede tener. A su
izquierda reposaba una amplia y rectangular piscina con cristalinas aguas.
No pudo evitar recostarse a la barandilla y disfrutar del pintoresco panorama y
de la suave brisa que acariciaba su piel y su pelo.
— Hermosa vista ¿no le parece? — Tary
soltó un pequeño grito y se giró de prisa, quizá demasiado, pues
desafortunadamente una maceta de flores en el piso a su lado le hizo dar un
traspié y casi caer. Pero unas cálidas manos lo impidieron.
Eran manos grandes. Mientras pensaba
esto, fue subiendo la vista y se dio cuenta
que esta palabra hacía gala al resto del imponente hombre frente a ella. Tenía los ojos dorados, de un extraño color
oro viejo, con matices marrones y bordeados de negro, eran unos ojos extraños y
asombrosos con largas y oscuras pestañas. Debajo de estos se imponía una severa
nariz y quizá unas de las bocas más sexys que Tary haya visto antes, excepto en
las revistas de modelos masculinos que veía a hurtadillas en el museo, pensó.
Ahora esos jugosos labios se movían, y con esto se dio cuenta que estaba
haciendo el papel de idiota, babeando frente a este increíble hombre mientras
él le hablaba de Dios sabe qué cosa, Quizá estará pensando que era estúpida.
— ¿Se encuentra bien? ¿Comprende lo que le
digo?. Tal vez no me entienda...
— E…estoy bien, no se preocupe, me duele un poco
el tobillo pero nada más. Déjeme ponerme de pie y… — Tary intentó levantarse pero un intenso dolor en
el tobillo le impidió hacerlo, se vio de nuevo sujeta esta vez por unos
musculosos brazos, si no le doliera tanto el tobillo disfrutaría un poco más de
esta gloria. Pero le dolía terriblemente. Apretando los dientes ahogo un
quejido de dolor.
— Me
temo que se ha lastimado, para la próxima no diré una palabra a una mujer
hermosa mientras admira el atardecer. — El hombre sonrió y valla que era un encanto cuando lo hacía.— Afortunadamente soy médico y si me permite
cargarla en brazos hasta el lobby, podré atenderla apropiadamente. A menos
claro que esté usted casada. — Tary
negó con la cabeza y como una tonta se ruborizó. El hombre no dudo en sonreír
más ampliamente — Bueno pues,
si me permite señorita…
— Tary,
mi nombre es Tary Nasser. — Vaya, con que sosa voz salió eso, se
pellizcaba por dentro. Mientras el hombre la sujetaba por debajo de ambas
rodillas, paso el brazo por su espalda y se dio media vuelta. — Tal vez sea un abuso de mi parte, pero debía
reunirme con mi guía turístico en unos minutos, quizá pueda usted avisarle o…
bueno tal vez deba llamar al servicio de habitaciones para posponer la cita con él…
— No
será necesario nada de eso señorita Nasser, su guía sabrá entender el percance
que ha tenido. — Vaya con que
frescura decía eso, pensó Tary mientras alzaba una fina ceja.
— Aprecio
su opinión pero es que no quiero que este señor, si no recuerdo mal creo que se
llama Amin Mubarak, el cual debo
decir parece ser el nombre de un hombre anciano de muy mal humor, me crea una
completa irresponsable e impuntual turista. Lo cual en efecto no soy, ¿entiende
usted señor…? — Miró hacia el hombre que la llevaba como si fuera una
pluma, este lucía una sonrisa de medio lado y sus ojos brillaban de la risa.
Seguro parecía una tonta hablándole como si no le entendiera nada.
— Ramsés, y le aseguro que ese anciano
hombre, no pensara mal de usted señorita Nasser al contrario, estoy seguro de
que le comprenderá perfectamente. Aunque debo advertirle que él es muy quisquilloso
con las tarifas y es muy probable que quiera cobrarle los días extras que
deberá esperar por su recuperación. —Su sonrisa se hizo más ancha. Tary no
tenía problemas con pagar de más, pero tampoco le gustaba la idea de pagarle al
viejo baboso por esperarla. Tal vez, este sujeto le conociera, y si podría lograr
convérselo de ayudarla, al fin y al cabo fue su seductora voz la que causó todo
este lío. Usando su mejor sonrisa le preguntó con casualidad fingida.
— ¿Y no conocerá
usted a este anciano señor, para que pueda dejarme el precio más asequible?.
Porque aparte de pipas y cachimbas, no creo que use el dinero en casi nada más.
Bueno a menos que tenga varias esposas o algo así... —Se vio interrumpida por una
carcajada del hombre que la llevaba en brazos, varias personas voltearon a
mirarlos, mientras suavemente este la
colocaba en un sillón. A pocos pasos un hombre joven y guapo se dirigía hacia
ellos.
— Primo Ramses! ¿Qué
has hecho a esta hermosa señorita?. Deberías encerrarte en tu consultorio y
dejar las bellezas como ella a los guapos como yo que las hacen caer de una
mejor manera, ¿sabes?. Solo espero que la mujer que con la que tengo cita posea
las mismas cualidades delanteras que esta chica. — Habló en el idioma local,
mientras se reía a carcajadas. El hombre ignoraba que ella entendía el idioma, típico.
Tary, mirándolo fijamente le dijo en perfecto árabe :
— Parece creer que es usted irresistible señor, pero
créame que luego de mirarle no es gran cosa. Le sugiero que se opere la
nariz de caballo que tiene y quizás así, obtenga alguna mejoría en su aspecto. Aunque
si le soy sincera, en casos como el suyo sería una pérdida de dinero.
Daba risa ver lo consternado que
quedó el pobre hombre. Ramsés por su parte soltó una carcajada, y luego de un
momento se dirigió a Tary.
— Mi apreciada
señorita Nasser, disculpe mis modales. Permítame presentarle a mi primo Amin Mubarak. Y si no me equivoco era hasta hace poco
su guía turístico. Por supuesto me ofrezco a ocupar su puesto si no tiene
ningún problema. — Finalizó, con una ancha sonrisa y esos luminosos ojos
dorados.
Esta vez fue Tary la que consternada
miraba al hombre que un principio creyó un anciano baboso y luego insultó
comparando su nariz con la de un caballo. Oh si, el día no pudo terminar mejor.
Ahora solo le quedaba rogar a Dios que su cara no estuviera en llamas por la vergüenza,
aunque por el calor que sentía era totalmente imposible. Miró a su nuevo guía
turistico, estaba justo a su lado, alto y guapo. Él sí que resultaba peligroso
para sus nervios y sus pensamientos románticos. De hecho, a estas alturas, ya
la afectaba demasiado su sonrisa. ¿Cómo lograría llevar a cabo la tarea del
abuelo con un hombretón así distrayéndola?. Imposible.
Para serte sincero, no lo he leido bien por la prisa, ya es la hora de cerrar la oficina, pero me atrevo a sugerirte una coma justo antes de "alto y guapo". Algo así: Miró a su nuevo guía turistico, estaba justo a su lado, alto y guapo...
ResponderEliminarSaludos
Gracias por tus palabras y tu sugerencia! Besos
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